Hoy
te pienso
Y
siento que he de extrañarte
Porque
el frío se apremia pleno de toda tu ausencia,
Tiritando
cuan recodo movimiento,
Tan
apacible y lúgubre
En
el devenir de mi aposento.
¿De
qué serviría gritar que te extraño?
Si
tras la impasible realidad me esfumo entera,
¿De
qué sirve gritarlo?
Si
cuando más te necesité huiste cobarde.
Cuánto
importa el amarte
Si
en la quimera del olvido me refugiaste un día,
Una
tarde, una noche, toda una vida…
Podría
decirte bienvenido a la pleamar de mi angustia
Más
sólo puedo invitarte a un recorrido de nostalgia…
Puedo
también decir que te amo
En
la banalidad y la crudeza del destierro,
De
la cobardía sin perdón…
Del
contraste multiesférico de nuestros mundos,
Del
sutil enigma que encierran el orgullo y la razón.
Sin
embargo, nunca olvides
Que
sabiendo lo que siento
Estas
voces y este llanto
Se
esfumarán de manera efímera,
Y
con el tiempo evacuarán mi lecho
Sin
permanecer si quiera
en
el más trivial de mis recuerdos.
He
de entonces suplicarte:
No
me extrañes, no me ames, no me pienses…
Más
allá de la figura subsidiaria en la que me convertiste
En
la tiranía absurda de un amor que ya no fue.
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